Kintsugi
Instalación de Arte
Pintando cada retrato, mirando las fotos y reconstruyendo cada mirada, cada sonrisa, gesto, que después de más de cuarenta años se habían desvanecido con el tiempo, al final me convertí en los retratos. Tomando como protagonista el precepto budista "niuga, ganiu". "Yo entro, entra mi mismo". Poniendo en cada persona algo de mío, de lo que me dejaron después de haber leído cada capítulo del libro de Andrés Asato o de haber hablado directamente con los familiares de los desaparecidos Nikkei.
Tratando al mismo tiempo de desprenderme con cada pincelada de color de un poco de ese vacío que inundó las vidas de los familiares de lo desaparecidos.
Me tomé la responsabilidad de hacer reales otra vez a nuestros seres queridos. De transformarlos con color y traerlos otra vez entre nosotros en una ocasión especial. Kintsugi es el arte de reconocer la belleza en algo roto, uniendo los pedazos rotos con oro lo que se crea es un nuevo objeto.
Me pareció adapto usar la palabra Kintsugi para recordar que tenemos el coraje suficiente para enfrentar el dolor y no nos olvidamos de quienes hemos perdido, pero al mismo tiempo podemos curar las heridas con oro-arte (Kintsugi) y caminar en el presente demostrando resiliencia y llevando adelante el testamento de quienes ya no están con nosotros físicamente.
Desde el día que mi padre fué secuestrado llevo este peso, alguien tan cercano como un padre salta seguramente en las conversaciones diarias sobretodo en la escuela. Mi compañero de clase del Liceo Artístico de Treviso, Italia, Germano Dalla Pola a pesar de que éramos amigos sabía que mi padre era un tema tabú. Cuando empecé a ocuparme de los retratos y del capítulo del libro de Andrés Asato y abrirme un poco más sobre el tema, Germano tomó la ocasión para colaborar en la parte escenográfica de la instalación de arte y técnica.
La instalación está compuesta por diecisiete puertas representando cada familia de desaparecido Nikkei. Cada puerta contiene una vida, una historia, un retrato sonriente o serio que es como nos gustaría reencontrarlos.
Las puertas viejas, golpeadas y lastimadas, conectadas forman un círculo, se mantienen en pie gracias a que están unidas creando un espacio de solidaridad entre las familias que perdieron a sus seres queridos. Se sostienen recíprocamente con fuertes lazos o bisagras.
El círculo como arquetipo, la forma perfecta, más pura y al mismo tiempo, más compleja que junto al cuadrado acompaña al "Hombre" desde siempre. Sin inicio, ni fin, reunirse en círculo es un acto que denota concentración, fuerza y solidaridad, el círculo como método defensivo contra una ola ofensiva. Pero también sirve para reunirse, escuchar, ser escuchados, de igual a igual con ausencia de distinción o división. Se comparten las cosas importantes, pasiones, ideas y sueños. Se toman a veces decisiones fundamentales que dejan una huella indeleble. Quisimos usar esta forma porque es también la forma usada por los edificios conmemorativos, que cumplen una función de recuerdo o memento (mementum, advertir de recordarse).
El panteón es uno de estos edificios.
El interno del círculo está pintado de blanco, para darle uniformidad y armonía, en donde el espectador se reencuentra con cada una de las personas en una habitación neutra.
Una puerta abierta. El círculo se abre, no está roto, ni interrumpido sino abierto. Es una invitación para entrar, para visitar y mirar-se adentro. Para dejar por unos instantes el mundo exterior e sumergirse en el interior con los recuerdos, el silencio, la meditación.
La puerta de Juan Alberto Cardozo Higa, sin retrato, su ausencia es la que nos permite el gesto de apertura. Su nombre se abre hacia el externo, esperando que alguien acepte ser el invitado al evento de reencuentro.
El encuadre de cada retrato es como una fotografía macro. Unidas al espacio sin distracciones, el visitante se encuentra cara a cara con cada personalidad y anécdota. Ya no más una foto borrosa entre miles, sino un ser humano, con su propia esencia.
Picasso dijo; "Todo lo que puedes imaginar es real". Me impactó mucho ésta frase cuando mi proyecto estaba todavía en la fase inicial, creo que todo lo que puedo imaginar se hace real pintándolo. Por un momento pude mirar a mi padre a los ojos. Quería hacer lo mismo por cada familiar o amigo de desaparecidos. Por ese motivo este proyecto para mí, se convirtió tan necesario como el aire, algo que tenía bien adentro y que tenía que exteriorizar.
Gaby Oshiro
24 de agosto, 2016.
La forma circolare, un archetipo antico.
Abbiamo usato la forma del cerchio come principio ordinatore dell’esposizione. Il cerchio è, inutile dire, la forma più pura ed allo stesso tempo più complessa che esista e, insieme al quadrato, accompagna l’Uomo da sempre. Riunirsi in cerchio è un atto che esprime concentrazione, forza e solidarietà: ci si riunisce in cerchio per difendersi quando si è attaccati, ma anche, raccolti in cerchio, si ascolta e si è ascoltati e si è pari tra pari, senza differenze. In cerchio si condividono le cose più importanti: passioni, idee, sogni. In cerchio si prendono a volte anche decisioni fondamentali, che spesso lasciano un segno.
Abbiamo voluto questa forma anche perché è la forma usata per gli edifici commemorativi, che hanno una funzione di ricordo e ‘memento’ (mementum, il monito di non dimenticare). Il Pantheon, per esempio, è uno di questi.
Dietro ogni porta c’è una famiglia, dietro ogni porta c’è una storia.
Abbiamo scelto delle porte per sostenere i ritratti.
Ogni porta rappresenta una storia, una famiglia. Sono tutte diverse, perché ogni storia è diversa, ma sono fatte tutte dello stesso materiale e, per quanto vecchie e sbattute, sono ancora in piedi, una accanto all’altra.
Le porte si sostengono l’una con l’altra.
Ogni porta è sostenuta e sostiene quelle vicine. I cardini di una sono ancorati alla precedente e così via. Un po’ paradossale, quasi un enigma, ma è così che si sta in piedi quando il vento tira forte: reggendosi l’un l’altro, legandosi l’uno all’altro.
Una porta è aperta.
Il cerchio in un punto è aperto. Non rotto o interrotto, ma aperto. Nel senso che non si tratta di una interruzione o di una frattura, ma di una apertura che permette di guardare dentro e di attraversare il limite tra ciò che è il mondo fuori, con il suo fluire, a volte anche confuso, e quello che è il mondo interiore del ricordo, della meditazione, dell’ascolto e del silenzio. Una porta aperta permette questo attraversamento: la porta di Juan Alberto Cardoso Higa. L’unica senza ritratto perché di lui non ci sono pervenute immagini. Ma proprio questa assenza ha reso possibile quel gesto dell’apertura. Il suo nome si apre verso l’esterno come un invito ad entrare; il suo nome resta in attesa che qualcuno raccolga questo invito.
Nel cerchio di porte non va alcuna scritta o elemento che possa disturbare l’incontro con i volti dipinti.
All’inizio volevamo mettere sotto ogni dipinto un breve testo, un piccolissimo racconto che, affidato al ricordo dei famigliari, potesse restituire l’immagine di ognuno di loro. Ma poi ci siamo resi conto che tutto ciò, anche se trattato in modo lieve e discreto, avrebbe in qualche modo distratto e addirittura infastidito chi, per ricordare, non aveva bisogno di suggerimenti. Preferiamo che all’interno di quel circolo i volti parlino da soli e a tu per tu con chi gli sta di fronte; quello che dovrebbe nascere è un dialogo, e una terza voce avrebbe confuso le parole.